Es un escenario donde se presenta las obras escénicas de mayor envergadura. Se llevan acabo actividades como conciertos Teatro, congresos, música, danza,…
En sus instalaciones se encuentran: el Saló Blau, el auditorio, el anfiteatro y la famosa Plaza Mayor donde se celebran algunas de las fiestas más importantes del pueblo.
Bonita plaza situada detrás de la Iglesia Parroquial nuestra Señora de las Nieves, en el casco antiguo de Calp, dedicada al Beato Don Francisco Sendra.
El la plaza encontrarás la escultura que rinde homenaje al Beato D. Francisco Sendra y 21 naranjos que son autóctonos de la Comunidad Valenciana.
Pocas veces se debieron de sentir los calpinos más a salvo de los ataques piratas que aquel día, quizá a mediados del XIX, en que comenzaron a derribar tramos de la muralla que les protegía de ellos. Para entonces, las invasiones berberiscas que durante siglos aterrorizaron al fortificado pueblecito quedaban ya muy atrás (la última, en 1744, muy valerosamente rechazada, es la que conmemoran las Fiestas de Moros i Cristians). Así pues, a golpe de pico, los calpinos abrieron otras salidas al mundo que los dos portales que, al norte y sur, franqueaban el paso.
Al oeste, entretanto, ganarían un pequeño espacio a los bancales (a los pies de la cuesta que conduce a la Ermita de San Salvador) que hoy se conoce como Plaça del Mosquit. Se llama plaza pero es más bien una plazoleta. Y es que quizá por las apreturas urbanas en las que vivieron intramuros los calpinos, todavía hoy tienen por costumbre denominar plaza a lo que no es sino una placeta o el fruto de una confluencia de calles. Es el caso de este enclave, un nudo abierto entre cinco viales, en pleno casco antiguo.
La plaza es pequeña y todavía lo fue más, pues creció allá por el año 1989, cuando el derribo de una casa dejó sitio a un minúsculo espacio con bancos.
Pero hoy el arte preside por partida doble el lugar, ya que un gigantesco mural ocupa la pared lateral de un edificio, sobre la liliputiense rinconera. El inmenso lienzo, obra de Elías Urbez, representa diversos motivos de la arquitectura mediterránea: de la más clásica a la popular. Y en una esquina, una composición que hará las delicias de los ilicitanos: una Dama d’Elx mestizada con la Gioconda de Leonardo da Vinci.
¿Y su peculiar nomenclatura? El lugar se llama así por pura ironía, pues en los años 40 se bautizó como plaza del general Moscardó. Los calpinos, que ya dieron golpes de pico a la muralla, darían ahora un golpe de humor: un Moscardó (que también dio otro golpe -de Estado-) por muy general que fuese, en tan reducido espacio merecía el mote de Mosquit.
En fin, que es una plaza tan pequeña como grande, pues tiene cabida para una historia de libertad, para una exposición permanente de arte, para el trasiego festero y para toda una leyenda… urbana.